martes, 30 de octubre de 2012

Resquicio iconográfico

Alfred Hitchcock fue un director que irrumpió en Hollywood. De una mirada europea (inglesa) profunda, y con cierto desprecio a la sociedad y cultura que le había acogido. En sus películas siempre había la contraposición de dos mundos. Por un lado esa cultura estadounidense arraigada al "american way of live", la cultura que directores como Ford o Capra abanderaban con ternura y cariño. Por otro lado cruzaba el espectro y reflejaba la parte oscura de una sociedad, sus temores, su soledad, el conflicto humano del individuo en un mundo en lucha entre sus deseos y el imposible de cumplirlos. Un EEUU más cercano a Jacques Tourner, a Douglas Sirk, a Nicholas Ray. Estos dos universos están perfectamente ilustrados por dos pintores, cada cual utilizado como modelo de una iconografía que marcaría todo el cine estadounidense.

Las miradas crean líneas, todo está relacionado, gestos dulces
propensos a la sociabilidad, clásica situación de personas de
familia media estadounidense... Norman Rockwell.

Primero tenemos a Norman Rockwell. Ese modelo de sociedad afable, simpático, llenos de líneas curvas y composiciones en grupo. Mejillas sonrojadas, la familia, la prosperidad, el costumbrismo de la clase media... Rockwell es ¡Qué Bello Es Vivir!, La Taberna del Irlandés, La Tentación Vive Arriba, las comedias juveniles de la Disney... Rockwell es la máscara dulce de una sociedad llena de contradicciones y paternalismo.

Las miradas no se cruzan, individuos, verticales y horizontales,
momentos íntimos, ocultos de la sociedad... Edward Hopper.

El lado amargo, solitario, oscuro, es cosa de Edward Hopper. Los cuerpos sin rostro bajo la luz de la lámpara de un tren en la noche, espaldas expresando una carga acumulada en un suspenso en el silencio, el vacío por llenar de una sociedad falta de un cometido y una respuesta al individuo. Vértigo, Los Amantes de la Noche, Que el cielo la juzgue... un cine transgresor dedicado a mostra la otra cara de la moneda de un sistema panfletista.

Encadenados (Notorious) 1946.

Entonces volvamos a Hitchcock. En su cine el drama de los protagonistas suele irrumpir en una modelo de vida estadounidense perfecto. Los Pájaros, La Sombra de una Duda, Psicosis... los protagonistas se enfrentan con violencia dentro de un marco de normalidad y mediocridad, la diferencia en el sistema desordena y altera al sistema. Hay muchas ocasiones donde puede verse esta idea reflejada en su cine, pero hay una que me gusta especialmente. Un plano, sin mucho valor aparente, en una secuencia de Encadenados. Los agentes del gobierno discuten como llegar más a fondo en esta trama donde Ingrid Bergman, una espía, se deja poseer por un nazi para conocer sus secretos. Su amante secreto, Cary Grant, de espaldas, escucha en un dramático silencio como su amante tiene que hacerle el amor a un nazi por los intereses del gobierno.

Dos capas luchando. La capa hopperiana, siendo más discreta y
estando en segundo plano gana la batalla a la evidencia
de la capa rockwelliana, evidente y simple.

Es extraordinario como Hitchcock en un mismo plano enfrenta en dos capas esos dos modelos de personas, esas dos sociedades. Como se mofa de la mediocridad estadounidense y realza el dramatismo de un drama real dentro de un modelo sin aparentes dramas. El triángulo de personajes sobre la mesa (iconografía Rockwell) se representa con curvas y diagonales, en una composición grupal y todos los rostros estereotipados presentes frente a la cámara. En cambio Cary Grant (iconografía Hopper), una espalda vertical frente a un fondo de líneas horizontales. Un enigma trascendente. Los verdaderos héroes de Hitchcock son silenciosos y sus batallas internas, abstractas. Un resquicio entre mil dentro del arte de Hitckcock, una pieza más de las posibilidades infinitas de leer su cine.

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